Si me dan a escoger, me quedo con Roger. Su forma de jugar es apasionante, la maestría con la que juega es equivalente a una elaborada sinfonia. Logra que el tenis parezca sencillo, haciendo que las jugadas más complicadas y exquisitas se vean fáciles. Pocos como él para llevar el tenis a un nivel tan artistico y elegante.
El Rafa es fuerza, energía, tesón, ganas de no perder. Y, a todo ello, le suma una capacidad de aprendizaje y mejora que supera a casi cualquier deportista de élite. El Rafa de hoy es largamente superior al Rafa de ayer. Cada día se supera y mejora, llegando mucho más alla de lo que cualquier persona con su talento podría llegar.
Roger es un artista, el Rafa es un bulldozer.
Ambos son deportistas admirables y personas ejemplares; con fundaciones para causas nobles, permanente participación en eventos filantrópicos y una vida ordenada y sana, distante de los escándalos y las lentejuelas.
Acabo de ver una fotos del Rafa llorando tras perder ante Ferrer. Hace un par de años fue Roger quien derramo lagrimas al perder en la final del Australian Open, justo ante el Rafa. Sólo los realmente grandes lloran, sin verguenza, en la derrota. Los mediocres se contentan con una tímida sonrisa y la celebración subsecuente.
Se me vienen a la mente los ¿futbolistas? peruanos, bebiendo y bailando, con vedettes baratas; tras las derrotas más humillantes.
Y sueño un poco, con el día que nuestros peloteros sientan la camiseta y lloren en la derrota (en lugar de celebrar en el Tumbao o cualquier otro antro salsero), ese día volveremos a tener una selección digna y admirable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario