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Nuestro injusto mundo

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domingo, 1 de mayo de 2011

Beatificación de Juan Pablo II

Soy extraño y complicado. A pesar de ser muy poco prácticante, estoy sumanente orgulloso (y agradecido) por ser católico. Mi familia es profundamente católica. Mis padres, mis abuelos, eran fervientemente prácticantes. Y, si bien, ahora práctico muy poco la religión, siento una gran gratitud en el corazón, por haberme legado sus valores y su religión.



La mejor noticia de la semana (y quizás del mes) es la beatificación de Juan Pablo II. Cuando tenía 10 años fuimos a Trujillo para verlo pasar entre al aeropuerto de Huanchaco y la ciudad. Los "grandes" fueron al óvalo papal, a la misa. Los "chicos" nos quedamos en casa de un tío, sobre la carretera. Vimos, de ida y vuelta, pasar al Papa. Sólo eso. No le di mucha importancia. Lo valioso para mi fue el viaje (la primera vez que subía a un avión).



Con los años, me alejé de la fe. Por algún tiempo me distancie absolutamente de ella. Hoy, estoy en un período de transición. Espero pronto poder llegar a ser un católico prácticante.



Juan Pablo II, para mi, fue un gran hombre. Un ser humano ejemplar, que merece el mayor de los respetos. He seguido en la red comentarios sobre su beatificación, y si bien hay un concenso mayoritario sobre lo justo de la misma, no faltan los resentidos y los snob que la critican. Desde aquellos que dicen que "era amigo" de Pinochet (jefe del estado chileno, al que tuvo que saludar durante su visita a este país), hasta quienes lo acusan de defender a los "pederastas". Creo que hay que ser un infame (y por cierto, de "izquierda") para intentar ofender o denigrar a este gran hombre.



Me dan vergüenza ajena todos aquellos que "tiran la primera piedra", sea por posiciones ideológicas trasnochadas (me dan especialmente risa aquellos que dicen que "no ha habido" un estado marxista en el mundo) o simplemente por snobismo post moderno.



Si aprendiésemos a respetar y valorar a las personas y, si todos pudiésemos tener una fracción del valor de este gran hombre, con certeza el mundo sería muy distinto, y por sobre todo, justo.

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